Te acercaste el día que te invoqué; dijiste: No temas. Abogaste, Señor, la causa de mi vida; redimiste mi vida (Lm. 3:1–2; 7; 25–27; 53–58). El lamento del profeta por los males de su pueblo le aboca hacia un callejón sin salida, y Jeremías sufre en su propia alma el pago de los pecados de Israel. La característica de estos pasajes bíblicos es su nota de sufrimiento providencial, una conciencia clara del valor espiritual de la experiencia descrita, y sobre todo, de una firme fe en Dios, un reconocimiento
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